Tuesday, January 11, 2011

El Rincón de la Cocina Judía: La Cocina Judia en la Literatura

Este es el cuento con el que comenzó mi romance literario con Sholem Aleijem. El cuento se llama "La Olla", y hoy quiero compartirlo con ustedes.
Enta, el personaje del cuento, es pobre, y es judía, y es Europa a principios del siglo XX. Vivir es difícil, y mantener casher más difícil aún. Pero Enta hace magia con lo poco que posee: tres ollas que se reducen por obra de las circunstancias, a ninguna.
Gnesie, la inquilina, es la mejor aproximación que encontré en la literatura idishe a lo que se llamaría en inglés "a Jewish swindler” (or a lawyer). Aquí lo tienen:

"Me trae a verle, rabi, un asunto muy serio. Seguramente, no me conocerá usted, aunque quizás me conozca, pues soy Enta, Enta la Recovera. Me gano la vida vendiendo huevos, sabe?, huevos, gallinas, gansos y patos. Tengo una clientela fija, buenas mujeres – Ds les dé mucha salud y bienestar – que me sacan de apuros. Si tuviera que pagar interés, no sacaría ni para un mendrugo de pan. Ando siempre empeñada: aquí pido prestados tres rublos, allí los devuelvo, y así vamos tirando. Dígase lo que se quiera, si viviese el bueno de mi marido no me vería en trances tan amargos. Sin embargo, debo confesarle que antes del morir el pobre mi vida tampoco era de miel, pues se daba poca mana para ganar dinero – no lo tome a mal su alma – y se pasaba el día enfrascado en el Talmud y los breviarios, mientras yo echaba los bofes de tanto trabajar. Cierto que estaba acostumbrada a eso desde chica, mi madre me hizo tomarle cariño al trabajo. Se llamaba mi madre – Ds la tenga en su gloria – Basia, Basia la Velera. Compraba sebo a los carniceros y  hacia velas, ya que entonces la gente no sabía que era el petróleo ni tenía idea de los quinqués con esos tubos de cristal, que estallan a cada dos por tres. Yo, por ejemplo, tengo que comprar uno cada semana.

Si usted me declara “treif” (impura) la olla, me quedo sin nada. Porque tengo una sola olla. En realidad tenía tres, para platos de carne. Gnesie, mi inquilina, que se le hunda la tierra, me pidió prestada una. Le di una olla nuevita, flamante, y me la devolvió toda cachada.
-        Qué olla es esta? – le pregunte.
-        La suya
-        Mía esta olla cachada? Si yo le di una olla flamante!
-        No grite, que no le hace ningún favor a nadie. En primer lugar yo le devolví la olla sana. En segundo lugar, cuando usted me la prestó, ya estaba cachada. Yo tengo mis ollas y déjese de fastidiar!
Me quede, por lo tanto, con dos ollas sanas y una cachada, o sea dos ollas. Pero un pobre no debe tener dos ollas; y un día que volví del mercado con las aves, se soltó una gallina y se asusto por el gato; subió volando justamente al estante superior, y zas! cayo una olla. Se hizo pedazos. Usted cree que se rompió la olla cachada? Cualquier día! Cuando se rompe algo, se rompe lo que está sano. Siempre pasa lo mismo, desde que se fundó el mundo …"

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